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El sacerdote de una parroquia de Almería expulsó el pasado domingo de la iglesia a una joven de veintiocho años. El motivo, al parecer, fue que la mujer acudió al oficio ataviada con unas bolas chinas que había confundido con un rosario.
La muchacha se encontraba sentada en el primer banco del templo, donde se sitúan las feligresas más creyentes. En un momento de la misa, cuando el clérigo pidió que sacasen el rosario para rezar, la mujer extrajo unas bolas chinas. Al darse cuenta del desliz las guardó inmediatamente pero ya era demasiado tarde, puesto que la congregación al completo se había percatado. El sacerdote sufrió un pequeño vahído y cayó de espaldas a su público, descubriendo que no llevaba ropa interior.
La algarabía se apoderó del lugar sagrado y varios asistentes le pidieron a la joven que abandonara el lugar. Antes de hacerlo, la mujer se palpó la vulva y comprendió que antes de salir de casa se había introducido el rosario vaginalmente, en lugar de las bolas chinas. Pidió perdón a los presentes y entregó el rosario a un monaguillo que debido al olor a bacalao decidió lavarlo en la pila del agua bendita.
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