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Ha sucedido en un pueblo de Castilla la Mancha cuando, tras llegar por fin el ansiado día de la celebración de la boda, ya en Iglesia los contrayentes, familiares, amigos y allegados de los novios, el cura ha iniciado la ceremonia siendo interrumpido por la novia.
«Antonio, yo sé que tú me has querido desde el primer día que nos conocimos y has respetado mi decisión de no consumar el acto carnal para llegar virgen al matrimonio pero, antes de dar hoy el paso debo decirte una cosa Antoñico mío, que tampoco es que tenga mucha importancia pero tengo que decírtelo, tengo pene, si, una cuca, antes de ser Manoli fui Manolo». Pálido, inerte, sudoroso, boquiabierto, mudo y sin respiración al igual que la mayoría de los asistentes, el trajeado y repeinado novio con las manos en la sien, cruzó todo el pasillo hacia la puerta ante la impávida mirada de los presentes abandonando el santo templo.
«Es cierto que cuando se ama a Dios, la fornicación sin mesura es pecado pero… hijos míos, en 2018 quién llega virgen al matrimonio? Así pasa lo que pasa» exclamó el sacerdote.
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