Casi lo operan de la vista, y descubre que tenía las gafas sucias.

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Una sucesión de casualidades, malas praxis profesionales y falta de celo profesional casi dan con un murciano de 72 años en el quirófano el mes pasado sin que fuera necesario someterlo a intervención alguna.

Y es que este hombre, viudo para más señas, llevaba un tiempo visitando a distintos especialistas oftalmológicos quejándose de ver un punto borroso en su vista. En las pruebas no le veían nada raro, pero él insistía en que el punto estaba ahí, y que se iba haciendo mayor con el tiempo.

Ya tenía cita para quirófano y todo listo para que le intervinieran, sin saber muy bien qué se iban a encontrar. Pero un par de días antes de ingresar, vino a acompañarlo en el trance su hija, que vive en Cuenca, y además de prepararle la ropa para llevar y demás, le pidió las gafas para limpiárselas. Y se obró el milagro. El punto desapareció. Tampoco fue tan sencillo. «Le tuve que dar un poquito con Agerul, porque los cristales estaban pringosos», declaró la hija.

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