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Ha sucedido en un municipio de la provincia de Barcelona, el sacerdote que oficiaba la ceremonia del matrimonio en la Iglesia a su cargo, tenía por costumbre «auto invitarse» al banquete que se celebraba con posterioridad al acto religioso. Aunque habían sido varias las parejas de recién contraídos los que habían observado tal conducta, hasta el momento nadie había llamado la atención al osado y descarado cura, abonando la cuantía como si se tratase de cualquier otro invitado.
Fue el sábado pasado cuando los familiares de la «novia», se dirigieron al sacerdote para preguntarle si tenía invitación y no dudó en contestar mientras seguía afanado con el marisco a la plancha… «Mira hijo, mi presencia en este lugar no es casual y ni mucho menos es por interés propio, es Dios el que me envía para confirmar que tras la celebración del Sacramento, las partes contrayentes siguen con la misma fuerza de amor y unión».
Los familiares no dudaron en denunciarlo días despues por la conducta y los ridículos argumentos esgrimidos en su defensa, demostrando ser un desfachatado de… Padre y muy señor mío.
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