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Un anciano de Ceuta acudió la pasada semana a una óptica de la localidad a fin de cambiar las lentes de sus gafas de vista porque, según él, ya no le proporcionaban una visión tan nítida como antes. El empleado procedió a medir la visión del hombre y comprobó que tenía las mismas dioptrías que en su anterior visita, dos años atrás.
Tras intentar sin éxito convencer al hombre de que un cambio en las lentes no mejoraría su capacidad de ver, el empleado procedió a limpiar los cristales por si la merma en la vista estuviera producida por una limpieza deficiente. La sorpresa del óptico fue mayúscula al comprobar que las gafas carecían de cristal. Al informar al paciente de que había perdido los cristales sin darse cuenta, éste respondió que se le debió olvidar volverlos a colocar cuando, dos años antes, los quitó él mismo para cambiar la montura.
«Ya decía yo que cuando limpiaba los cristales con la manga de la camisa quedaban como transparentes», dijo el anciano. «Ahora que me he acostumbrado, voy a seguir llevando las gafas sin cristales, a las jovencitas les gusta porque queda de hombre culto y sin lentes son mucho más ligeras».
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