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Alberto Antúnez, un joven de 24 años del pueblo malagueño de Ronda, apostó con los amigos que su coche podía volar. Para ganar la apuesta Alberto debía conseguir que su coche se levantara al menos 50cm del suelo durante al menos 100 metros de recorrido.
Para ello al joven se le ocurrió la genial idea de cargar su BMW clásico con queroseno, combustible para avión. Los jóvenes acudieron a un tramo recto de carretera de más de 10 km donde realizarían la prueba. Durante la misma el coche de Alberto no levantó ni un palmo del suelo pero si que consiguió ponerlo a 410 km/h, todo parecía ir bien hasta que la capota del vehículo se desprendió, lo que provocó que Alberto perdiera el control y acabara en la cuneta con su coche casi desintegrado.
Por suerte, aunque su coche quedó en siniestro total, Alberto no sufrió más que algunos rasguños y evoluciona favorablemente en un hospital cercano desde donde ha declarado que “lo volveré a intentar, el fallo ha sido no ponerle alas a mi coche, la próxima vez lo conseguiré”.
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