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Hecho insólito el vivido en un control de alcoholemia montado este fin de semana en la provincia de Guadalajara. Cuando el conductor de un vehículo detenido por la Guradia Civil para proceder al control sopló a través de la boquilla del alcoholímetro, éste empezó a emitir pitidos, encender luces, hasta que al final terminó apagándose para no prender nunca más.
Al enviar a reparar el aparato, el veredicto fue bien claro. El aparato se había estropeado por el mal aliento del conductor. Los gases que tiene que medir el alcoholímetro eran tan corrosivos, que estropearon el mecanismo de éste.
Los Guardias refirieron entonces que era cierto, que ese hombre al hablar despedía un olor muy fuerte, nauseabundo. «Parecía que se le había muerto un bicho en la boca». En el Cuerpo se está llegando a plantear obligar a los conductores a lavarse los dientes, o al menos mascar un chicle o caramelo antes de soplar, para evitar más incidentes de este tipo.
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