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Hay gente con morro, y luego está nuestro protagonista. Y es que M.L.G. no tuvo otra ocurrencia que «colarse» en un local de intercambio acompañado de una muñeca hinchable como compañera.
No se sabe cómo consiguió acceder al recinto, pero luego dentro estuvo sentado tranquilamente, amparado por la penumbra propia de estos locales, a la espera de poder intercambiar pareja con alguien.
Tuvo suerte y se le acercó una pareja un tanto bebida, que parece ser no descubrió el engaño mientras estuvieron sentados tomando algo y charlando. Le bastó con decir que su pareja era muy tímida, extranjera, y casi no hablaba el idioma.
Pero el engaño tocó a su fin cuando decidieron pasar al jacuzzi. Y es que por muy bebido que alguien esté, no hay manera de explicarle cómo es posible que tu acompañante flote como un balón de Nivea. «No entiendo el enfado. Juanita es para mí como si fuera mi novia, es la única que me comprende», intentaba explicar a los encargados mientras lo echaban del local.
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