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Más de un libro de anécdotas podría escribir cualquier ginecólogo que cuente con un mínimo de experiencia pero, al igual que los curas, deben ser profesionales y omitir lo máximo posible cualquier incidencia ocurrida con ocasión de su trabajo.
El lunes pasado, en un Centro de Especialidades de un municipio zaragozano, una señora de 67 años acudía al ginecólogo tras muchos años sin haber realizado revisón alguna. Unas molestias en su zona genital hizo que el médico de cabecera la remitiera al especialista para un examen exhaustivo. Absorto, boquiabierto e impávido debió quedarse el ginecólogo con sólo el primer vistazo, «la madre que me parió, en mis 27 años de trabajo jamás había visto algo así, casi 10 centímetros, pero señora, ¿como ha dado usted lugar a esto? Hay que operar con carácter de urgencia» le dijo el médico según una hermana acompañante de la paciente.
«Me daba tanta vergüenza que no quería venir, pues mi marido, que le encanta darme lametazos como si fuera un león y con tantos años todos los días, pues mire el pavo que me se me ha quedao».
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