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Ocurrió en el Centro de Salud de la localidad sevillana de Umbrete. Un hombre del municipio acudió a consulta de enfermería para hacerse una analítica y entregar muestras de orina y de heces. La sorpresa de la enfermera fue mayúscula cuando el paciente le hizo entrega de un bote con el líquido amarillo y varias hojas escritas con una caligrafía impecable.
Preguntado por el motivo, éste respondió, muy sorprendido «Don Antonio me dijo que tenía que venir a sacarme sangre hoy, y tenía que traer una muestra de orina y de eses. Ahí tiene el pipí en el bote, y las eses escritas. No sabía cuántas hacían falta, así que he escrito sólo 20 folios por detrás y por delante».
Después de aguantar la risa como pudo, la profesional sanitaria explicó con mucha paciencia lo que verdaderamente necesitaba Don Antonio, mientras que la mujer de nuestro protagonista le seguía riñendo. «Se lo dije, que a ver para qué iba a querer el médico que escribiera tanto, pues nada, toda la noche escribiendo que se ha tirado». «No escribía tanto desde novios, con el trabajito que me ha costado hacer bien la letra, para nada», se quejaba amargamente el señor.
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