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Una octogenaria de Mérida lleva usando el lavavajillas para lavar la ropa desde hace más de tres años. Lo que comenzó como una solución improvisada y temporal ha terminado imponiéndose, según la mujer, por las ventajas que presenta este nuevo uso.
La anciana adquirió una lavadora y un lavavajillas hace ahora tres años. Instaló con la ayuda de un vecino ambos electrodomésticos pero cuando se dispuso a utilizarlos se percató de que las instrucciones de la lavadora habían desaparecido. «Tenía que hacer la colada y se me ocurrió meter la ropa en el lavavajillas del que sí tenía las instruciones». La sorpresa de la mujer fue mayúscula al comprobar que las prendas quedaban «igualmente limpias o más que con la lavadora». A partir de ahí, decidió convertir el lavavajillas en una suerte de lavadora.
Tanta fue la satisfacción de la anciana que decidió devolver la lavadora por no darle uso. La mujer explicó que en ocasiones lava su ropa al lado de la vajilla y todo sale impoluto. «El único inconveniente», dice la mujer, «es que a veces, cuando estoy comiendo sopa encuentro algún hilo, no sé si es de la ropa o tal vez un vello púbico procedente de mis prendas íntimas».
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