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Ocurrió en un control de alcoholemia de la provincia de Soria. El Sargento de la Guardia Civil pide a nuestro protagonista que sople en el alcoholímetro, y éste, lejos de conseguirlo, se caga encima.
El Sargento, al que nunca le había pasado esto, interpretó este gesto como una falta de respeto hacia su persona y el benemérito cuerpo, y además, como que estaba tan borracho que no podía aguantar los esfínteres. Por todo ello, le endosó una multa a nuestro «suelto» conductor de 600 euros, sin reducción de puntos, y con una bonificación del 50% por pronto pago.
El conductor, por su parte, alega que venía del trabajo, y suele tomarse un cafelito de la máquina de allí. Este café, al parecer, le regula el tránsito, y al llegar a casa hace aguas mayores sin problema alguno. «Siempre llego justito, apretando mientras giro la llave, pero claro, al pararme en el control, con los nervios y el esfuerzo al soplar, se precipitaron los acontecimientos».
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