Panadera lesbiana, harta de que sólo le pidan bollos.
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Cuando María (nombre ficticio) abrió una panadería en un barrio de la periferia de una ciudad del sur de España, no esperaba que con el tiempo su producto estrella fueran los bollos, en general.
Afirma que tiene una gran variedad de productos en sus vitrinas, panes y pasteles de todo tipo, incluso pizzas de leña, pero casi todo el mundo que se acerca a su establecimiento lo único que le piden son sus bollos. Esto no sería nada malo, ni curioso, si no fuera por el pequeño detalle de que María es lesbiana, y siempre lo ha declarado abiertamente.
«Ya hace tiempo me empezó a mosquear el tema. Entiendo que mis bollos están muy buenos, son de leña y pongo mucho cuidado en la materia prima y la elaboración, pero yo ya no sé si me lo están pidiendo de coña, o es que verdaderamente gustan. Les estoy empezando a coger asco, incluso ya he hablado con mi pareja de cerrar la panadería y montar algo que no tenga nada que ver, como una tienda de tortillas, que también me salen exquisitas».