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Un preso de la cárcel de Alcalá-Meco que había conseguido un permiso especial de un día por buen comportamiento, aprovechó la salida para atracar un banco de la capital, huir con el botín, esconderlo en casa de sus padres y volverse a la prisión a dormir.
El preso que responde a las iniciales de A.G.R. consideró que realizaba el golpe perfecto, ya que su plan contaba con que nadie pensaría que un preso que vuelve a prisión y al que le quedan diez años más de condena se iba a meter en un lío así para volver luego entre rejas.
Sin embargo, el presidiario no contaba con la poca discreción de su madre, que empezó a gastar dinero de forma desmesurada, comprándose pieles, joyas y coches, siendo de un barrio humilde de Vallecas. Esto levantó las sospechas de la policía que tiraron del hilo y acabaron descubriendo el pastel. El resultado, 20 años más de condena para él y un juicio pendiente para sus padres por cómplices.
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