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Una clínica de cirugía estética de Ronda fue escenario de un acontecimiento poco habitual. Su director explicaba que semanalmente la clínica realiza una decena de intervenciones de reducción de pene, sin embargo, en sus más de doce años de actividad nadie le había solicitado, hasta la pasada semana, que le pusiera las sobras para el perro.
El protagonista fue un hombre que argumentó que había investigado sobre el enorme valor nutricional de la carne de pene, así que creyó recomendable que sus canes se alimentaran de esas sobras ahora que tenía ocasión. «Al principio – cuenta el director – me preguntó si había sobrado mucho. Le dije que un par de kilos y fue cuando me pidió que se lo envolviera en papel de plata para llevárselo».
El doctor obedeció, pues al fin y al cabo, el sobrante sigue siendo propiedad del cliente. Igualmente manifestaba que en las intervenciones por fimosis sí es habitual que el paciente se lleve la piel seccionada, pues hay empresas que la compran y con ella elaboran bolsos y mantas. A su salida del centro, ya con los despojos bajo el brazo, el hombre reconoció que tenía intención de probar la carne, salteándola con ajos tiernos.
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