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Un joven madrileño acudió la pasada semana a unos laboratorios de la ciudad a consultar si el semen contiene lactosa. El muchacho mantenía una relación de cinco años con su novia, tiempo durante el cual nunca le había practicado una felación, alegando tener intolerancia a la lactosa.
Miguel, el infortunado, entró en un estado de decepción absoluta cuando los profesionales del centro le comunicaron que el semen no contiene lactosa. El hombre telefoneó a su pareja para pedirle explicaciones pero ésta se hizo la sorprendida. Sin embargo, Miguel le preguntó si esa misma noche iba a estrenarse en el arte del sexo oral. La respuesta de la muchacha fue negativa, pues también era alérgica al nabo.
El joven había comenzado a sospechar algunas semanas atrás al descubrir a su novia comiéndose un trozo de queso de cabrales. «Le pregunté si el queso no contiene leche y me respondió que no era queso lo que estaba comiendo, sino que el olor salía de sus pies. A partir de ahí supe que algo me ocultaba». Para descubrirlo, le preparó café con semen, en lugar de leche, y tras consumirlo, el cuerpo de la chica no experimentó, según su novio, reacción alérgica alguna.
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